Entanglement y sincronicidad. Segunda edición muy ampliada - La sincronicidad de Carl Jung y las sorprendentes propiedades de la física cuántica. La psique y la materia se encuentran. #927296

Imaginemos dos partículas, separadas por kilómetros, incluso por años luz, capaces de influirse instantáneamente, como si un extraño hilo invisible las uniera a través del vacío. Albert Einstein definió esta propiedad del universo con un toque de escepticismo como «acción espectral a distancia». Era 1935, e incluso los físicos más visionarios intuían que la idea del entrelazamiento desafiaba todo sentido común. Pero no era una invención fantasiosa. Al contrario, era la consecuencia directa de la teoría cuántica, un área de la física nacida pocas décadas antes entre los científicos ilustrados de la Europa de principios del siglo XX.
El entrelazamiento es el centro de uno de los mayores misterios de la física moderna. Sin embargo, nos recuerda otro concepto mucho más antiguo, pero igualmente provocador: la sincronicidad de Carl Gustav Jung. Jung, psiquiatra y fundador de la psicología analítica, describió la sincronicidad como una «coincidencia significativa», un vínculo no causal entre diferentes acontecimientos que parecen resonar en una especie de armonía secreta. ¿Podríamos atrevernos a ver en el entrelazamiento cuántico un sorprendente eco científico de las intuiciones de Jung?
Este libro se mueve entre la ciencia y la filosofía, entre datos empíricos e intuiciones sorprendentes. Propone una reflexión que traspasa la frontera de lo tangible, hacia territorios fascinantes y aún inexplorados. El autor invita al lector a hacer lo que las grandes mentes de l s siempre han sabido hacer: observar las rarezas de lo ordinario para vislumbrar destellos de lo extraordinario.
Hoy en día, mientras los laboratorios nos dan pruebas matemáticas de maravillas increíbles, nuestro instinto humano nos empuja a preguntarnos si hay algo más. Quizás, como sospechaba el gran físico David Bohm, existe un orden implícito en el universo que aún no podemos comprender plenamente. Bohm sugería que la no localidad, un principio fundamental de la física cuántica, podría ser una clave para reinterpretar la conexión entre la mente y el cosmos.
Casi inevitablemente, cuando se habla de entrelazamiento cuántico, se entra en el campo de la metafísica. Algunos estudiosos (o, quizás, sería más apropiado decir «algunas mentes iluminadas») han vislumbrado en los campos cuánticos la base para explicar las percepciones extrasensoriales. Es una frontera resbaladiza, sin duda, pero no exenta de fascinación.
No es casualidad que en muchas tradiciones místicas, tanto orientales como occidentales, haya referencias a campos de energía que conectan todas las cosas. Pensemos en los conceptos de «prana» en la filosofía india o «qi» en la china. La física cuántica, de alguna manera, parece sugerir que estas ideas no son solo poesía moral, sino fragmentos de una verdad física aún por descifrar.
En una época en la que parece dominar el desencanto tecnológico y ya nada nos sorprende, un tema como el entrelazamiento nos recuerda que el misterio no ha desaparecido. El misterio solo se ha desplazado más allá: ha pasado de los mitos y las leyendas a los experimentos de laboratorio. Quizás porque, como sugiere el entrelazamiento cuántico, ya no hay un «aquí» y un «allí», un «antes» y un «después». Quizás todo está conectado. Y en esta conexión, quizás, podamos recuperar la maravilla que habíamos perdido.