Es la primavera de 1999, y Lia Cope, de 25 años, comparte habitación con su abuela Mineko, de 73 años y de carácter difícil, en Curtain, Texas, el pueblo ganadero donde Lia creció y donde Mineko comenzó su vida como novia de guerra japonesa.
Ambas mujeres están en un momento crucial de sus vidas: Mineko, viuda desde hace mucho tiempo, se ha mudado con su hijo y su nuera después de que un misterioso incendio haya destruido la casa del rancho de la familia Cope, mientras que Lia, una arquitecta con una prometedora carrera en Austin, ha regresado inesperadamente por motivos que se niega a explicar.
Aunque Lia nunca se ha sentido especialmente cercana a su abuela, empieza a formarse una unión a través de conversaciones nocturnas. Mineko le cuenta historias de su juventud en Japón, de la guerra que lo cambió todo y de sus dos grandes amores: un hombre llamado Akio Sato y una casa japonesa, abandonada, a la que llamaban La casa de las tortugas, donde nació su relación.
A medida que Mineko revela más sobre su juventud —relatos de inocentes clases de natación que se transforman en algo más, una amistad cultivada a través de los océanos, tótems salvados y escondidos, y la pena de un amor perdido demasiado pronto—, Lia empieza a comprender la profundidad del dolor y el sacrificio de su abuela, y ve a su familia tejana con nuevos ojos. También reconoce que es ella quien debe sincerarse —sobre la carrera prometedora que ha abandonado y el misterioso hombre que no deja de llamarla.
Cuando los hijos adultos de Mineko deciden, en contra de su voluntad, llevarla a una residencia para personas mayores, ella y Lia idean un plan para revivir un lugar querido y perdido, uno que esperan que les brinde la seguridad y el sentido de pertenencia que ambas necesitan, sin importar lo que cueste.
La casa de las tortugas es una historia de amistad intergeneracional, familia, madurez, identidad y amor. Ilumina las vidas ocultas que llevamos, los secretos que guardamos celosamente y lo que realmente significa encontrar, de nuevo, un hogar cuando sentimos que lo hemos perdido para siempre.